Adaptación
de un ejemplo de Bernie Siegel (mencionado en una
entrevista de un Integral de hace años)
¿Alguna vez has salvado la vida de
un pájaro?
¿Alguna vez
has recogido un pájaro que hubiera entrado herido o enfermo por
tu ventana, o que tal vez se había golpeado con tu coche, o que
habías encontrado en alguna cuneta?
¿Lo has hecho?
Y después,
¿lo has cuidado?
¿Lo has alimentado?,
¿lo has curado?
Y, cuando ya estaba
sano, ¿has abierto la ventana para que se fuera?
¿Cómo
te has sentido en el momento que lo has visto volar?
Muy bien, ¿no?
Quizás no
has tenido ocasión nunca de hacer todo esto, pero seguro que puedes
imaginar que, si lo hubieras hecho, te sentirías así.
Contento contigo
mismo. Feliz.
Y que después
no abrirías cada día el buzón, esperando encontrar
una carta o una postal de agradecimiento del pájaro o de su familia.
¿Verdad que
no?
Ni dirías
cada vez que sonara el teléfono:
--¡Vaya!,
no es el pájaro, lo mínimo que podría hacer es llamarme
para agradecerme todo lo que hice por él.
Ni esperarías
que para tu cumpleaños te enviara algún regalo.
¿Verdad que
no se te ocurrirían estas cosas?
Ni siquiera pensarías
en ello.
Sencillamente...
estarías contento.