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"Alemana, polaca, española..., al final, mi patria eran los libros"
Aleksandra  Gruzinska
. Entrevistada por Lluís Amiguet. La Vanguardia, 6-12-2008
Tengo 76 años y un nuevo empleo: profesora de francés en Arizona. Nací en Polonia. Fui arrebatada a mis padres, nazificada y adoptada hasta que recalé en Barcelona cinco años con 130 huérfanos polacos. Hemos vuelto a reencontrarnos en Barcelona: ha sido volver a casa
Mi padre estaba en el frente cuando los nazis ocuparon Polonia en 1939. Mi madre y yo nos convertimos en parte de la ola de refugiados que huía de la guerra.

¿Cómo la secuestaron los nazis?
Mamá se puso muy enferma, y a mí, mientras ella se reponía, me internaron en un refugio para niños en Lodz. Yo tenía 7 años cuando llegó un grupo de alemanes a la residencia y nos hizo un examen racial.

¿En qué consistía?
Anotaban nuestro color de ojos, de pelo y determinadas medidas de nuestro cuerpo para ver si respondíamos a su ideal ario.

¿Por qué?
El III Reich se anexionó nuestra región polaca, que llamaba Warthegau, con la excusa de que allí vivía una minoría alemana. A los niños que teníamos aspecto que creían germánico nos internaron - en una operación secreta-en un centro de Buckau.

¿Qué les hicieron allí?
Nos hicieron un test psicológico para comprobar nuestra capacidad mental y después nos llevaron a otro centro, ya no recuerdo muy bien dónde, en el que empezaron nuestra reeducación y nazificación.

¿Cómo?
Me cambiaron mi apellido polaco Gruzinska al germanizado Gruzinger; nos prohibieron hablar polaco y nos obligaban a hablar alemán todo el día, al tiempo que nos daban a todas horas clases de cultura alemana.

¿Cuánto tiempo estuvo allí?
Enseguida nos trasladaron a Achern Baden, a una escuela para niñas tirolesas, checas y polacas a las que, como yo, se consideraba de ascendencia aria. Estuve allí hasta que en 1943 me adoptó una familia alemana.

¿Tuvo usted suerte con ellos?
Siempre me trataron bien. Eran granjeros austriacos: una viuda con diez hijos que había perdido a ocho en la guerra. Los otros dos tenían a su vez dos hijos, y a míme adoptaron y me educaron como a uno de ellos.

¿Cuánto tiempo estuvo en la granja?
Estuve tres años allí en Mittersill, hasta que acabó la guerra en 1945. Yo tenía 13 años. Las nuevas autoridades aliadas nos ofrecieron a los huérfanos polacos quedarnos para siempre en Austria o marcharnos.

¿Y qué decidió usted?
Lo de para siempre significaba renunciar a mi madre y a Polonia. No quise. Ya no me acuerdo si me escribió ella o yo a ella, pero la Cruz Roja consiguió ponernos en contacto en alemán: yo ya no sabía polaco.

¿Pudo ver a su madre?
Ya era imposible: Europa estaba dividida por el telón de acero. No pudimos viajar.

¿Qué hizo entonces?
Fui a un campo de refugiados en Zell am Zee, pero no logré adaptarme. Así que volví con los granjeros, que me recibieron con alegría, pero tampoco entonces pude renunciar a mi madre niami país. Así que volví al campo, pero ya no existía: fui a Salzburgo.

¿Qué encontró en Salzburgo?
Los norteamericanos nos organizaron a los refugiados polacos en un barracón y allí conocí a gente de mi pueblo. Entonces el gobierno polaco en el exilio montó una expedición de niños polacos que recaló en Barletta (Italia), y de allí a Génova, y al fin, a Barcelona.

¿Por qué Barcelona?
Nos había acogido el gobierno español, y la verdad es que fue mi primer hogar auténtico después del vagabundeo. Por fin aquí tuve una educación continuada y estable. Nos instalaron a unos 130 niños polacos en dos chalets: uno en la Bonanova y otro en Vallcarca, donde me eduqué hasta los 19 años.

¿Su madre?
Me escribió pidiéndome que no volviera, que la vida en Polonia no valía la pena.

¿Cómo fue su educación barcelonesa?
Estudiaba día y noche. Aprendí inglés, francés, recuperé el polaco, español, literatura, música. Estudiaba y estudiaba...

Algún novio le saldría.
Mire, la única identidad que tenía yo entre tanta tragedia eran los libros. Era lo único que llevaba conmigo y todavía son mi patria. El primer sueldo de mi vida lo gané trabajando en la agencia de viajes Rumbo, en el paseo de Gràcia. Con él me compré las Obras completas de Shakespeare... Y aún son mi mejor libro en Arizona, donde vivo.

Era usted una empollona.
¡Pues sí! Adoraba y adoro estudiar y leer.

¿Cómo se divertían en Barcelona 1951?
Recuerdo tardes interminables de mesa camilla y brasero escuchando la versión radiofónica de Lo que el viento se llevó.

Parece que se lo pasaban de miedo.
También vi mi primera ópera en el Liceu, Tristán e Isolda:¡fue emocionante!

¿Y al cine no iba?
Los niños polacos de Barcelona participamos en una película, En un rincón de España,con Blanca de Silos. Yo salgo en el filme como extra con los demás niños. También recuerdo que nos llevaban a la radio en Navidad a cantar villancicos en polaco.

¿No se sentía utilizada por el franquismo como niña huida del comunismo?
Para mí, Barcelona era al fin mi casa: aún hablo un buen español. Lo que Franco y su gobierno hicieran era su propio problema.

¿Por qué no se quedó en Barcelona?
Surgió la oportunidad de irnos a Estados Unidos. Y mamá me pidió que me fuera, porque Polonia era un desastre. Le envié dinero durante años. Allí trabajé en Buffalo (Nueva York), que es una ciudad casi polaca.