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 "Los derechos humanos son el mayor poema que ha escrito la humanidad"
Juan Genovés, pintor y colaborador de AI

Revista Amnistía Internacional. Octubre 2007

Juan Genovés es uno de los artistas españoles más prestigiosos. Desde hace 30 años colabora con Amnistía Internacional. Un cuadro suyo, El Abrazo se convirtió en un símbolo de la lucha por la amnistía de los presos políticos españoles, durante el final de la dictadura franquista, y también en un cartel que ayudó a difundir Amnistía Internacional en sus primeros años de desarrollo en España. Ahora colabora en Arte Implicado.

-¿El arte, puede o debe ser un compromiso social?
-El arte siempre está implicado, en un sentido o en otro. Es una especie de testamento del artista, que siempre deja un poso. Un testimonio del momento y de la sociedad en la que vive. Puede ser positivo o negativo, pero el sentido del arte siempre está ahí. La pintura, además, es un lenguaje comprensible para todo el mundo, más que la palabra.

-Pero en esta época hay una tendencia hacia el arte, digamos más estético, donde parece que se ha perdido ese compromiso.
-Yo creo que siempre hay una crítica. A lo mejor no es tan militante como en los años sesenta, setenta u ochenta; pero hay un sentido escéptico, una crítica mordaz, quizá escondida, que está diciendo sí, o está diciendo no. Quizá es más sutil, pero la crítica a la sociedad es casi unánime, incluso en los artistas que son muy fieles a los poderosos, sin darse ellos cuenta. Con esa fidelidad, al pintar están haciendo una crítica a eso que ellos admiran. El arte es así de curioso.

-¿Cuándo empieza la implicación o el compromiso de Juan Genovés?
-Unos meses después de nacer (nos dice entre risas. Vengo de una familia obrera, en un barrio obrero de la periferia de Valencia. En mi casa todo era compromiso, mi familia ha sido siempre muy antifascista. Así que se puede decir que lo he mamado. Y la experiencia de la vida, el sentido común, me han reafirmado en esa especie de religión que para mí es el compromiso social.

-Es el autor de El Abrazo, ¿cómo llegó esta obra a convertirse en un símbolo de la transición española?
-El cuadro tiene una historia muy larga y una vida muy curiosa, llena de anécdotas. Yo lo hice durante la dictadura franquista. Por aquel entonces se reunía la Junta Democrática en la clandestinidad. Yo no formaba parte de ella, pero me pidieron si podía pintar un cartel pidiendo la libertad de los presos políticos. Celebramos una reunión en mi estudio y les dije que miraran los cuadros que ya estaban pintados, para ver si les servía alguno. Pensé en uno que mostraba unos puños tras unos barrotes, pero quizá era demasiado evidente. Entonces alguien se fijó en El Abrazo y a todos nos pareció una idea estupenda.

-¿Llegó incluso a estar detenido por el cuadro?
-Sí, cuando fuimos a la imprenta para reproducir su imagen en carteles, nos detuvieron. Estuve una semana detenido en el Ministerio de la Gobernación, en unos calabozos horrorosos. Cualquier joven,que no haya vivido en aquella época, ni se imagina que uno pudiera ir a la cárcel por pintar unas personas abrazándose, pero así era. La primera tirada, de 25.000 carteles, fue destruida. Afortunadamente, con la llegada de la democracia, pudimos hacer más carteles. Desde entonces se han hecho miles de reproducciones. Su imagen también se ha utilizado para pedir la amnistía de presos políticos en otros países, en Latinoamérica, cuando cambiaba el régimen. Por eso, para mí, ese cuadro ya no me pertenece, su imagen pertenece ahora a todo el mundo.

-Pero hablamos de un cuadro condenado a la clandestinidad...
-Sí, hay que decir en primer lugar que el cuadro fue vendido a un coleccionista de Chicago. Cuando llegó la democracia, el director de Bellas Artes consideró que ese cuadro debía volver a España porque era un símbolo de nuestra historia. El comprador se atuvo a razones y lo cambió por otro cuadro mío. El cuadro vino a España, pero las fuerzas derechistas lo secuestraron y no aparecía. Había pasado la aduana, teníamos documentos de la propia aduana y de la entrega en el museo de la Ciudad Universitaria, pero el cuadro no estaba. La noticia de su desaparición salió incluso en los periódicos. Algunos trabajadores del museo, miembros de Comisiones Obreras, se pusieron a buscarlo y lo encontraron perdido entre un montón de cajas, en el último rincón del almacén. El cuadro se expuso, pero cuando decidieron trasladarlo al museo Reina Sofía, volvió a desaparecer. En fin, que durante mucho tiempo, El Abrazo ha permanecido en los almacenes de los museos. Yo nunca he querido influir para que se colgara porque, como dije, el cuadro ya no me pertenece. Periodistas de todo el mundo venían a hacer reportajes sobre la transición española y me preguntaban por qué ya entrada la democracia ese cuadro tan emblemático seguía oculto. Y les contestaba entre risas, que El Abrazo había nacido en la clandestinidad y que le gusta vivir así.

-La venta de carteles de El Abrazo ayudó a financiar los primeros gastos de la Sección española de Amnistía Internacional. ¿Por qué decidió apoyar a nuestra organización?
-La voz de Amnistía Internacional es muy importante, se respeta. Si no existiera, nos faltaría algo. Y podría ser más importante si todos decidimos apoyarla. Siempre he sido un defensor de los derechos humanos y cuando conocí Amnistía Internacional me dije: ahí estoy yo, eso es lo mío. Y creo que en España hacen falta más organizaciones civiles. Es la gran carencia de este país. El uno a uno no tiene fuerza, hace falta organizarse, para no estar tan abandonados en manos de los políticos.

-¿Cree que en la actualidad hay un recorte de los derechos humanos?
-Creo que lo que hay es un desconocimiento de lo que realmente significan los derechos humanos. La gente habla de «derechos humanos» en general y se queda en esa frase ambigua e imprecisa. Pero no saben lo que implican, no los han leído. Quiero decir, artículo por artículo, con la profundidad que tiene cada frase. Para mí, son algo maravilloso. Los derechos humanos son el mayor poema que ha escrito la humanidad. Es una obra importantísima, un documento colectivo que sirve para todos,que se adelanta en el tiempo. A mí me entusiasman y de vez en cuando los leo.