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Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792)

Mary Wollstonecraft
Edición a cargo de Isabel Burdiel. Ediciones Cátedra. Madrid, 1996
Fortalezcamos la mente femenina ensanchándola y será el final de la obediencia ciega; pero como el poder busca la obediencia ciega, los tiranos y los sensualistas están en lo cierto cuando tratan de mantener a la mujer en la oscuridad, porque el primero sólo quiere esclavos y el último un juguete. (p. 135)

Es probable que la opinión prevaleciente de que la mujer fue creada para el hombre haya surgido de la historia poética de Moisés; no obstante, como se da por sentado que muy pocos han dedicado algún pensamiento serio al asunto siempre creído de que Eva era, literalmente hablando, una costilla de Adán, debe permitirse que la deducción se venga abajo o sólo se admita para probar que al hombre, desde la antigüedad más remota, le pareció conveniente ejercer su fuerza para subyugar a su compañera y utilizó su invención para mostrar que ésta debía doblar su cuello bajo el yugo porque toda la creación se había sacado de la nada para su conveniencia y placer. (p. 138)

Luego no dejemos a los hombres en el orgullo de su poder usar los mismos argumentos de reyes tiránicos y ministros venales y afirmar con falacia que la mujer debe someterse porque siempre ha sido así. (p. 165)

Confinadas en jaulas como la raza emplumada, no tienen nada que hacer sino acicalarse el plumaje y pasearse de percha en percha. Es cierto que se les proporciona alimento y ropa sin que se esfuercen o tengan que dar vueltas; pero a cambio entregan salud, libertad y virtud. (p. 183)

¿Para qué fuimos creadas? Podrían contestarnos que para permanecer inocentes, pero quieren decir en un estado de infancia. También podríamos no haber nacido, a menos que fuera necesaria nuestra creación para que el hombre adquiriera el noble privilegio de la razón, el poder de discernir el bien del mal, mientras nosotras yacemos en el polvo de donde se nos sacó para no levantarnos más. (p. 191)

Para hacerles débiles y lo que algunos pueden llamar bellas, se descuida el entendimiento y se fuerza a las niñas a sentarse quietas, jugar con muñecas y escuchar conversaciones vanas. (p. 220)

Creo firmemente que la gran mayoría de les necedades femeninas son consecuencia de la tiranía masculina. (p. 393)

Al sostener los derechos por los que las mujeres deben luchar en común con los hombres, no he intentado atenuar sus faltas, sino probar que eran la consecuencia natural de su educación y su posición en la sociedad. Si es así, es razonable suponer que su carácter cambiará y se corregirán sus vicios cuando se las permita ser libres en un sentido físico, moral y civil. (p. 394)


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