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Historia de la pena de muerte

La muerte con dolor


"La historia de la pena de muerte es horripilante. El ingenio del ser humano para hacer sufrir a sus semejantes nunca ha sido mejor demostrado que en los métodos de ejecución. Las muertes eran intencionadamente crueles y planeadas con el fin de prolongar la agonía del reo lo más posible. Estos espectáculos barbáricos suponían un reflejo aterrador de la venganza pública, reivindicada unánimemente tanto por el clero como por las autoridades laicas hasta finales del siglo XIX."
Las semillas de la violencia. Luis Rojas Marcos. Espasa Calpe, Madrid, 1995

Nos hemos referido en la introducción a la simbiosis entre pena de muerte y tortura, a la creencia de que la pena de muerte, una vez dictada, por si sola no era una sanción o un castigo suficientemente severo, razón por la cual debía acompañarse de una pena previa, la tortura. Esta creencia, arraigada hasta tiempos muy recientes en todas las culturas que han utilizado la pena de muerte (y no superada todavía en algunos casos), ha dado lugar, aparte de las ocurrencias más nauseabundas para mortificar el cuerpo de los condenados antes de la ejecución, a todo un catálogo escalofriante de formas de ejecución propiamente dichas, en un derroche de imaginación para crear la forma más dolorosa de quitar la vida a un semejante.

De las consecuencias de este pensamiento maquiavélico y enfermizo sólo se libraban en ocasiones los condenados pertenecientes a las clases dominantes, cuando a veces tenían la suerte de ser ejecutados de forma rápida, sin suplicios añadidos. Como en el caso de Sócrates, que pudo optar por ingerir la cicuta.

Esto, cuando no conseguían librarse directamente de la pena capital, a causa de su condición o de las compensaciones que se podían permitir. En cambio, aquellos que eran considerados no personas, como los cautivos, los esclavos, los pobres, además de estar mayormente expuestos a la pena de muerte, en caso de ser condenados estaban expuestos a sufrir la ejecución de las formas más horrendas. Es un dato objetivo, ya lo hemos dicho, que la administración de la muerte por parte del poder siempre ha sido clasista.

No será hasta el siglo XVIII que se empezaran a alzar voces contra estas prácticas especialmente crueles, al mismo tiempo que también se empezaba a cuestionar la misma pena de muerte.


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