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 Mortificación del cuerpo femenino
Sabel Gabaldón
Mortificación del cuerpo femenino: las heroínas sangrantes en la literatura francesa
La violència de gènere a la literatura i les arts. Associació Col.legial d'Escriptors de Catalunya. Barcelona, 2005

John Everett Millais. La muerte de Ofelia. 1851

Esto me lleva a realizar otro planteamiento sobre la belleza cotidiana y sobre los distintos cánones de la misma, esencialmente en la mujer, a lo largo de la historia y a lanzar la hipótesis de cómo la belleza femenina, ha escondido bajo sus velos, en algunas culturas reales, el germen de lo terrible, de la violencia y del sometimiento a través de la mortificación del cuerpo femenino.

Baste señalar algunos ejemplos: las mujeres de «cuello de jirafa» que habitan en la frontera de Tailandia y Camboya, y como las anillas que sirven para sustentar sus cuellos artificialmente alargados, señal de belleza, son un instrumento de muerte y de castigo utilizado por los propios maridos.

En nuestra cultura occidental actual, baste señalar el culto por la extrema delgadez y su escalada hasta la anorexia mental, o las mujeres del renacimiento con sus pupilas exageradamente dilatadas, midriáticas por la aplicación de gotas de belladona, que por cierto recibió este nombre por este efecto, o la moda de la blancura o palidez femenina extendida desde el barroco hasta el siglo XIX, y que llevaba a las mujeres a ingerir barro o realizarse sangrías que como consecuencia daban lugar a la denominada «fiebre blanca», enfermedad caracterizada por palidez, melancolía y decaimiento. Este hecho de la ingesta de barro está hermosamente relatado en dos obras costumbristas de Lope de Vega, 'El acero de Madrid' y 'La hermosura aborrecida'.

En relación al sangrado en el cuerpo femenino, no tanto como medio de acceso a ideales de belleza de una época sino como instrumento de mortificación y de sufrimiento y expresión de la violencia, voy a narrar tres historias con tres heroínas que llamaré «sangrantes», por establecer un nexo de unión entre ellas y de tres autores que tienen de común su origen francés, Sade, Balzac y d'Aurevilly.

El primero de ellos, el Marqués de Sade, realiza en el siglo XVIII un pequeño relato con el ilustrativo título de 'Emilie de Tourville o la crueldad fraternal'. La protagonista, la joven Emilie de Tourville deshonra a su familia al mantener relaciones con un amante. Sus hermanos se conjuran y para lavar el honor familiar encierran a Emilie en una habitación sombría y la sangran periódicamente, realizando cortes en sus brazos, prolongándose esta tortura durante unos diez meses hasta que la protagonista logra huir y pedir ayuda en un estado de extrema debilidad.

Honoré de Balzac describe otro personaje, Marie de Saint-Vallier, hija de Luis XI de Francia y heroína de Maitre Cornelius, es la joven esposa del viejo conde de Saint-Vallier. Para evitar los peligros de la gran diferencia de edad y de vigor sexual, el conde de Saint-Vallier le hace sangrar regularmente en los dos brazos hasta que Marie se debilita y palidece. Luis XI descubre la verdad, destierra al conde de Saint-Vallier y Marie recobra su salud y su fertilidad, casándose tras la muerte en el destierro de su anciano marido. Su hijo será el padre de Diana de Poitiers.

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D'Aurevilly escribe un pequeño relato, ya en su vejez (1882), y lo titula 'Una historia sin nombre' a la que añade el epígrafe de «...ni diabólica, ni angelical, pero... sin nombre». De hecho el nombre de la protagonista, Lasthenie, más parece un juego del autor para definir una entidad mórbida, sobre la que descansa la identidad del personaje, que el nombre propio de la protagonista. Barbey d'Aurevilly sitúa el relato en Francia a finales del siglo XVIII, en una noble mansión donde viven tres mujeres, la Baronesa de Ferjol viuda, su vieja sirvienta Ágata y la hija de la baronesa la joven adolescente Lasthenie.

Lasthenie es sonámbula y una noche en pleno estado de sonambulismo sale de casa y es violada por un malvado presbítero que terminará siendo bandido. La joven Lastheme no es consciente de lo que ha pasado, ni llega a comprender su posterior embarazo, ni el parto, ni el niño que nace muerto. Pero su madre no cree en su inocencia y la desprecia. Lasthenie va enfermando, entristece, se debilita y palidece, tanto la madre como Ágata no entienden la enfermedad de su hija, como sucede con los médicos que la visitan. En un momento determinado, Lasthenie se muestra casi inerte, su madre introduce su mano en el pecho, bajo el camisón de su hija y saca sus dedos manchados de sangre. Lasthenie se ha estado sangrando, pinchándose con un alfiler repetidamente bajo los pechos en los últimos meses y provocándose pequeñas pero continuadas hemorragias. Cuando la madre descubre este hecho ya es tarde, Lasthenie agoniza y muere. Lasthenie, a través de esa actitud de mortificación del cuerpo hace suya la frase de que «para ser querido hay que estar enfermo», en la medida en que logra evitar el rechazo de la madre.

En el afán por ilustrar las narraciones siempre asocié la figura de Lasthenie de Ferjol a la protagonista de una maravillosa pintura 'La muerte de Ofelia' del pintor prerrafaelita Everett-Millais. La modelo del cuadro, Elisabeth Siddal, fue la esposa del pintor y poeta Dante Gabriel Rossetti, y tuvo un trágico final al morir joven por una sobredosis de láudano, como resultado de la problemática y truculenta relación con su marido. Inspiró junto con otras mujeres como, por ejemplo Maria Zamboco modelo del pintor Burne-Jones, un tipo de mujer «frágil», de matices céreos y con una acentuada transparencia de la piel, que les hacía adquirir un particular aspecto mórbido y evanescente, y casi siempre en contacto inextricable con la muerte o la tristeza; por su extraña espiritualidad y su éxtasis sensual serían la vertiente mística del modernismo europeo.

De las tres historias comentadas, en las dos primeras de Sade y Balzac, aparece un tipo de violencia externa, circunscrita al mundo familiar y asociada al honor o al sometimiento. En la obra de d'Aurevilly la violencia es interna, autoinflingida, asociada como las anteriores a un castigo, pero desencadenada por el desprecio y con la búsqueda manifiesta de la redención a través de la mortificación del cuerpo. Emilie de Tourville y Marie de Saint-Vallier logran salvar su vida y escapar de sus verdugos, por el contrario Lasthenie de Fréjol encuentra un trágico final.

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