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 La violación en el imaginario del arte
Cristina Peri Rosi
La violència de gènere a la literatura i les arts. Associació Col.legial d'Escriptors de Catalunya. Barcelona, 2005

Peter Paul Rubens. Leda y el cisne. 1599

El tema de la violación en el arte me interesa desde muy chica. Quizás porque de manera desaforada me leí toda la mitología griega y latina en el Diccionario de mitología, de Aguilar; y cada vez que aparecía una ninfa, una mujer atractiva, la había violado alguien. Y eso se contaba de una forma normal. Se decía, por ejemplo, que Leda había sido violada por Zeus, que para ese acto se había investido como cisne. Había raptos famosos, el de las sabinas, el de la propia Helena. De manera que deduje de forma muy temprana que un comportamiento habitual, al menos en las leyendas mitológicas, era la violación del objeto de deseo.

Con los años fui comprobando que, efectivamente, en cualquier manifestación de arte -dado que el arte es el territorio donde suponemos que las inhibiciones y las represiones sociales se suspenden- la violación era una actividad que proporcionaba mucho goce, frecuentemente representada sobre todo en el cine, en la literatura, y de la cual el ángulo siempre era el del goce de quien viola, y un supuesto goce de la violada.

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Lo que me preocupa es que siempre ha sido abordado del ángulo de la identificación masculina, que supone casi siempre, de manera larvaria o no, que la mujer también goza. El esquema psicológico sería: «yo te violo porque sé que a ti te va a gustar. Y supongo que tu "no" es un "sí"». Se basaría en un malentendido en el cual el «no» de la mujer no es un «no» de verdad; es un sí velado. Y el goce de la mujer sería decir que no para decir que sí.

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Me he basado en una de las leyendas más socorridas y representadas tanto en la pintura como en la literatura: el mito de Leda y el cisne. Según la leyenda griega, Leda es una mujer muy hermosa y para tener relaciones con ella Zeus inviste la forma de un cisne, se disfraza. Ahí hay una suposición de rechazo de Leda, que estaba casada. Ante ese posible rechazo, Zeus hace la metamorfosis y se acerca a ella en forma de cisne, una forma aparentemente inocente. Sería uno de los tantos ejemplos de un tema muy frecuente en la narrativa masculina y en el arte que tiene como creador a un hombre, que es la zoofilia, es decir, el acceso a la mujer a través de la forma de un animal. El propio Zeus adoptó la forma de toro y muchísimas otras. Ya estamos tocando otro punto: una de las fantasías masculinas reprimida en la sociedad, que aparece en el arte, es el acceso a la mujer no de manera directa bajo el investimiento de hombre, sino bajo el investimiento de animal.

En el caso del cisne, además, ha provocado una enorme cantidad de poemas, donde el goce está en imaginarse esa situación, en la identificación que hace el autor del poema con el cisne, como si investirse de la forma de un animal para copular con una mujer tuviera un plus de placer añadido.

Desde el lugar de la descripción y la interpretación, la recreación de ese goce que ha sentido Júpiter, cuando la escritura o la representación (ya sea en escultura o en cuadros) son masculinas, siempre se supone un goce de la mujer. Y digo se supone porque no hemos escuchado, salvo en un caso, en un poema de Sylvia Plath, la voz femenina que se identifica con Leda.

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Hay numerosísimas recreaciones literarias. Vamos a recordar nada menos que a Rubén Darío, que tiene una serie de poemas dedicados a Leda y al cisne.

¡Antes de todo, gloria a ti, Leda!
Tu dulce vientre cubrió de seda el Dios.
¡Miel y oro sobre la brisa!
Sonaban alternativamente
flautas y cristales, Pan y la fuente.
¡Tierra era canto; Cielo, sonrisas!
Ante el celeste, supremo acto,
dioses y bestias hicieron pacto.

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El único poema en toda la literatura, al menos en la que yo conozco, donde hay un ángulo diferente es un brevísimo poema de Sylvia Plath. El único poema de una mujer no habla del goce, curiosamente. Sylvia Plath, que era una mujer atormentada y tuvo una vida que terminó con el suicidio, recrea:

Era bello el rostro en el estanque
pero no era el mío.
Con su mirada altiva
como todo en él
y yo sólo veía peligros.
Palomas, palabras, estrellas y lluvias de oro.
Concepciones, concepciones.
Recuerdo el ala blanca y fría
y el gran cisne de terrible figura
cayendo sobre mí
como un castillo
desde lo alto del río.

En el poema de Sylvia Plath el goce está ausente. La referencia a «concepciones, concepciones» se debe a que en el mito clásico -cosa que la mayoría de los escritores no evoca- Leda queda embarazada de Júpiter y pare nada menos que a Cástor y Polus y a Helena, la Helena que después será raptada por Paris.

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