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"Los pobres venden su cuerpo para que los ricos puedan vivir"

Jean-Daniel Rainhorn. Ima Sanchís, La Vanguardi, 15-7-2016
Nací en París (1945) y vivo en Suiza. Soy profesor de salud internacional y acción humanitaria en la Maison des Sciences de l'Homme en París y la Universidad de Ginebra. Trabajo con la OMS. Soy progresista. Mi modelo es Albert Camus, que decía que la vida es absurda pero se puede mejorar

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El término medicina caníbal ¿no es demasiado fuerte?

Los nuevos mercados biotecnológicos aplicados a la medicina: biobancos (embriones, etcétera), vientres de alquiler y compraventa de partes del cuerpo humano requieren la participación de especialistas médicos.

¿Participación que cuestiona el juramento hipocrático?

Sí. Extirparle el riñón a un niño no es curarlo, es comercio, y cambia la práctica médica radicalmente. En Barcelona hay anuncios en las universidades dirigidos a las jóvenes en los que se les ofrece 800 euros por sus óvulos, un mercado que lideran ustedes en Europa.

Es legal.

Sí, pero implica que por primera vez el cuerpo humano se puede vender a trocitos. En India y en California miles de mujeres alquilan su útero, y es legal comprar un niño por 120.000 dólares, escogiendo a los padres biológicos y a la madre de alquiler por catálogo.

Entiendo su preocupación.

El trasplante de órganos se hace de forma legal; la extirpación, de forma ilegal. Y los estudios muestran que los que venden sus órganos son los pobres. En India el 83% de las personas a las que les han extirpado un órgano son mujeres, las más pobres entre los pobres.

Entonces no es una elección.

Según una investigación de la revista Der Spiegel, en los campos de refugiados sirios en Líbano el precio del riñón ha caído de 3.000 dólares a 700 porque la oferta supera la demanda, como en cualquier producto de supermercado.

¿Quiénes se lucran en este negocio?

Los intermediarios, entre ellos los médicos, que son los que marcan el precio, y hay una gran competencia entre países vendedores (Tailandia, Camboya, Filipinas, Birmania, Pakistán, Bangladesh, Ucrania...). Sólo en India estemercado representa 2.000 millones de dólares al año.

Un buen negocio.

Por eso nos hemos reunido en Ginebra sesenta y dos investigadores del mundo entero para reflexionar y dar un marco a este mercado con la participación de la OMS, pero algunos países como EE.UU., India o China no quieren que exista un marco legal.

Lo de siempre...

Estamos ante un problema que crea nuevas formas de esclavitud, un proletariado del cuerpo donde una parte de la humanidad vende su cuerpo para que otros puedan vivir.

Parece ciencia ficción.

Se han hecho estudios médicos en Colombia, India, Pakistán y Filipinas con el mismo resultado: menos del 5% de las personas a las que se les ha extraído un órgano han sido visitadas por un médico después de la operación. En Manila hay un barrio al que llaman "la isla de un soloriñón".

¿Qué barbaridad esconde ese nombre?

Los japoneses han construido allí una clínica de lujo a la que acude gente adinerada para hacerse trasplantar riñones, hígados, corazones y pulmones.

Kilómetro cero.

Estamos ante un gran supermercado del cuerpo donde gracias a médicos puedes comprar una función o un producto del cuerpo, lo mismo que ocurre con la sangre.

¡Pero si la donamos gratuitamente!

La cuestión es que usted la da gratis pero las empresas la venden. Existe un banco europeo de tejido humano que abastece a todos sus ejércitos y que ha dejado de ser gratuito, y no se escandalice, porque va a ser peor todavía.

¿En qué está pensando?

Ahora se venden los genes, existen biobancos de genes que venden secuencias del genoma, lo que permite cambiar la identidad física de los futuros niños, elegir el color del pelo y los ojos?

Usted participa en un grupo de expertos sobre el tema que trabaja para la UE.

Sí, pero es a tan largo plazo que, en cierta manera, es una victoria del mercado y una derrota de la idea de lo humano. Perdone mi pesimismo.

Asusta un poco.

Necesitamos un marco global que vaya más allá de una declaración o una condena, porque el problema es que la tecnología va más deprisa que la capacidad humana para reflexionar.

No tiene una solución fácil.

Hay que añadir un artículo a la Declaración de los Derechos Humanos que incluya que no se puede comerciar con los seres humanos según el modelo de la abolición de la esclavitud. En la esclavitud se comerciaba con los músculos de las personas, hoy con partes del cuerpo.

A los esclavos no les pagaban.

El dinero no suprime el hecho de que una parte de la humanidad utilice a la otra parte como un objeto, un servicio, una subespecie.

¿Ningún país está tomando medidas?

Solo Irán, que ha fijado un precio oficial por cada órgano y la obligación de que cada receptor conozca al donante. Han conseguido detener las mafias, pero los que venden sus órganos son los necesitados, siempre los mismos.

Pero es un paso.

Sí, y hay varias medidas que podríamos tomar de manera internacional, como limitar los honorarios de los médicos por estas prácticas. Pero los grandes países en los que este comercio florece bloquean el tema. China utiliza los órganos de los condenados a muerte para comerciar. Se les ha denunciado y han respondido que firmaron el consentimiento.

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El futuro ha llegado
Ha coordinado numerosos proyectos de desarrollo en el campo de la salud financiados por la Comisión Europea y el Banco Mundial y es consejero de la UE en este tema. Acaba de editar un libro escrito por diversos médicos especialistas cuyo título provocador, Nuevos mercados caníbales, pretende remover las conciencias sobre el papel que desempeñan los médicos en el negocio del tráfico de órganos, los vientres de alquiler y los biobancos. El libro nació a raíz de un gran coloquio internacional celebrado en Ginebra sobre la comercialización del cuerpo. Estos nuevos mercados que requieren la colaboración de la medicina más puntera responden a la ley de la oferta y la demanda y urge establecer un marco legal global.